jueves, 29 de marzo de 2012

Written in blood.

There are so many things I promise I'll stop doing:

- I promise I won't hurt myself.
- I promise I'll stop being irrational.
- I promise I'm not gonna build castles with sand.
- I promise that one day I won't be dreaming, thinking or remembering anything about you, and it will come soon...
- I promise I'll become another person.
- I promise that this world isn't gonna pull me down, and if it happens I won't be seraching for your love.

I'm sorry... I promise everything if you just let me be.

sábado, 25 de febrero de 2012

The Steppenwolf.



[...]

Muchos lo querían bien. Pero siempre era únicamente simpatía y amabilidad lo que encontraba; lo invitaban, le hacían regalos, le escribían bonitas cartas, pero nadie se le aproximaba espiritualmente, por ninguna parte surgía compenetración con nadie, y nadie estaba dispuesto ni era capaz de compartir su vida. Ahora lo envolvía el ambiente de soledad, una atmósfera de quietud, un apartamiento del mundo que lo rodeaba, una incapacidad de relación, contra la cual no podía nada, ni la voluntad, ni el afán, ni la nostalgia. Éste era uno de los caracteres más importantes de su vida.

Otro era que había que clasificarlo entre los suicidas. Aquí debe decirse que es erróneo llamar suicidas sólo a las personas que se asesinan realmente. Entre éstas hay, sin embargo, muchas que se hacen suicidas en cierto modo por casualidad y de cuya esencia no forma parte el suicidismo. Entre los hombres sin personalidad, sin sello marcado, sin fuerte destino, entre los hombres adocenados y de rebaño hay muchos que perecen por suicidio, sin pertenecer, por eso en toda su característica al tipo de los suicidas, en tanto que, por otra parte, de aquellos que por su naturaleza deben contarse entre los suicidas, muchos, quizá la mayoría, no ponen nunca mano sobre sí en la realidad. El "suicida" – y Harry era uno – no es absolutamente preciso que esté en una realción especialmente violenta con la muerte; eso puede darse también sin ser suicida. Pero es peculiar del suicida sentir su yo, lo mismo da con razón que sin ella, como un germen especialmente peligroso, incierto y comprometido, que se considera siempre muy expuesto y en peligro, como si estuviera sobre el pico estrechísimo de una roca, donde un pequeño empuje externo o una ligera debilidad interior bastarían para precipitarlo al vacío. Esta clase de hombres se caracteriza en la trayectoria de su destino, porque el suicidio es para ellos el modo más probable de morir, al menos según su propia lucha constante contra su tentación. Éstos luchan, como lucha el cleptómano contra su vicio. También al lobo estepario le era perfectamente conocida esta lucha, con toda clase de armas la había sostenido.
Finalmente llegó, a la edad de unos cuarente y siete años, a una ocurrencia feliz y no exenta de humorismo, que le producía a veces gran alegría. Fijó la fecha en que cumpliera cincuenta años como el día en el cual había de poder permitirse el suicidio. En dicho día, así lo convino consigo mismo, habría estar en libertad de utilizar la salida para caso de apuro, o no utilizarla, según el cariz del tiempo. Aunque le pasase lo que quisiera, aunque se pusiera enfermo, perdiese su dinero, experimentara sufrimientos y amarguras, ¡todo estaba emplazado, todo podía a lo sumo durar estos pocos años, meses, días, cuyo número iba disminuyendo constantemente!
Y, en efecto, soportaba ahora con mucha más facilidad muchas incomodidades que antes lo martirizaban más y más tiempo, y acaso lo conmovían hasta los tuétanos. Cuando por cualquier motivo le iba particularmente mal, cuando a la desolación, al aislamiento y a la depravación de su vida se le agregaban además dolores o pérdidas especiales, entonces podía decirles a los dolores: "¡Esperad dos años nada más y seré vuestro dueño!". Y luego se abismaba con cariño en la idea de que el día en que compliera los cincuenta años llegarían por la mañana las cartas y las felicitaciones, mientras que él, seguro de su navaja de afeitar, se despedía de todos los dolores y cerraba la puerta tras sí. Entonces verían la gota en las articulaciones, la melancolía, el dolor de cabeza y el dolor de estómago dónde se quedaban.


Hermann Hesse.

domingo, 12 de febrero de 2012

El abismo te devuelva la mirada.


"Permanecí ahí, bajo la luz del fuego, abrasado por el calor. La mancha de sangre en mi pecho era como el mapa de un continente nuevo y violento. Me sentí purificado. Sentí como este tenebroso planeta giraba bajo mis pies, y supe cuál es ese secreto que solo los gatos conocen, ese que les hace gritar como bebés en la noche. Miré al cielo a través del intenso humo lleno de grasa humana y vi que Dios no se encontraba ahí. Vi esa oscuridad fría y vacía que se extiende hasta el infinito, vi que estamos solos. Vivimos nuestras vidas, puesto que no tenemos nada mejor que hacer. Más adelante, ya les buscaremos un sentido. Venimos de la nada; Tenemos hijos, que se encuentran atados a este infierno al igual que nosotros, y volvemos a la nada. No hay nada más. La existencia es algo fortuito. No hay ningún patrón salvo el que imaginamos cuando nos quedamos mirando fijamente durante mucho tiempo. No tiene ningún sentido, salvo el que decidimos imponer. Este mundo que vaga a la deriva no esta moldeado por vagas fuerzas metafísicas. No es dios quien mata a los niños. Ni es el destino el que los despedaza, ni es la casualidad la que se los da de comer a los perros. Somos nosotros. Solo nosotros. Las calles hedían a fuego. El vacío respiraba con fuerza en mi corazón, convirtiendo sus ilusiones en hielo, haciéndolas añicos. Entonces renací, libre de garabatear mi propio diseño sobre el lienzo en blanco, en cuestiones morales, que es este mundo. Era Rorschach."

Walter Kovacs.

domingo, 22 de enero de 2012

Under the gravity of reality.

I think my heart has been shrunk. It has become infected because of your scratches.
The more I try to convince myself, the more I see you will never be the same. I'll never recognize you again. I can't go on like this...

I've just deleted you physically from my life, even you've already escaped. Now I only want your memories slip away. They sometimes appear like nightmares. They were before those warm hands that brought me to life, but now they don't let me sleep. Your lies keep me awake.

Now I can't believe in nothing, even I can't believe myself...




martes, 10 de enero de 2012


Cualquier palabra, dependiendo del contexto, de la frase y su sintaxis, tiene una consecuencia. Puede desencadenar la más leve sonrisa, la euforia, las ganas de gritar o salir corriendo en una explosión de rabia interna o dar cabida a la huida fácil de los sentimientos arrastrados y condensados por las mejillas.

Cualquier gesto es seguido de un sentimiento, a veces implícito, bajo el orden de un proceso cognitivo del pensamiento. La intención. Eso que conlleva al caos de la interpretación y la traducción en mil lenguajes distintos: las emociones.

El ser humano padece del síndrome de la duda ante la incongruencia de lo postulado. La fórmula o ley de estabilidad va teorizándose y concretándose con el tiempo. Esa sustancia inmaterial a la que estamos sometidos que comprende tres partes: la cadena del pasado, la inercia del presente y la incertidumbre del futuro.
Tendemos a anclarnos en el primero, a esclavizarnos con el último y a hacer caso omiso del segundo, del verdadero.

Cada momento que pasa se convierte en pasado perdiendo la consistencia de haber sido futuro.

Si todo lo que interpreté en el pasado dio como consecuencia al presente en el que vivo, no quiero imaginarme un futuro marcado por la inconsistencia de palabras, que fueron lo que fueron, palabras, y quizá carentes de sentido. Sentimientos y roces de recuerdos que evaporan la esperanza de que vuelvan a ser reales, las ganas de seguir hacia adelante y azotar inseguridades hacia el abismo de la decepción.

He sido vaciada, absorbida por dentro de toda realidad y entregada a un sueño. El sueño de que aún hay confianza entre tú y yo, de que aún hay cariño y de que sigues a mi lado.

sábado, 3 de diciembre de 2011

Sálvate de mis precipicios.



Y ver como te desvaneces por una rendija, la única vía libre para tu sonrisa.

Sabiendo lo que iba a escocer, me olvidé de lo que tus labios pican cuando dejan de recorrer mi piel.

Después de tantas noches ahogadas de jugo salado y cerveza, de tantas horas vacías... de tanto socorrer a ese piano que llora notas carentes de sentido. De tantos tediosos Domingos de sábanas frías y recuerdos desvanecidos, como el humo de un cigarro...

... después de tanto, tan poco.


Véte, que yo te dejo, porque es mejor salvarte de mis precipicios que dejarte caer en ellos.

Sigue a esa estrella de tu cielo, que te observa celosa de tus intenciones por comerte el mundo y por no dejarle entrar en tus sueños.

No mires hacia atrás, que yo seguiré las pisadas de los momentos que dejaste en mi camino. Los guardaré en la caja de los tesoros escondidos, para que algún día, si llego a hundirme en la tristeza, tú vuelvas con ellos.




* Viejo texto rescatado de: www.amaneceresrotos.blogspot.com ; ya ha pasado un año... Me pregunto a qué velocidad pasará el siguiente.